Creía que avanzaba, que estaba construyendo desde la conciencia. Pero cada vez que intentaba pasar al siguiente nivel y vivir en abundancia, algo dentro de mí me devolvía al mismo lugar: la escasez. Aquí te cuento cómo encontré ese patrón invisible que llevaba años guiando mis decisiones.

El dichoso patrón que no quería ver
Me ha costado mucho creer en mí.
Y no me refiero a sentirme incapaz; de hecho, siempre me he sentido capaz de muchísimo. Pero, sin darme cuenta, guardaba bajo llave un patrón que llevaba años apoderándose de mi vida. La escasez, la insuficiencia, el sacrificio… venían todos del mismo lugar.
Descubrirlo no fue una revelación bonita ni glamorosa. Llegó desde el cansancio, desde niveles de estrés que ya no podía disfrazar, pero también desde conversaciones profundas con personas con las que puede conectar en el camino genuinamente. Porque no todo era malo: de alguna manera sí estaba avanzando y era necesario llegar al punto de inflexión para ser consecuente con mi propósito.
Después de todo lo entendí: el siguiente paso no era “querer cambiar la escasez”, sino elegir tomar una ruta en otra dirección. Cada decisión —todas— debía hacerlas con conciencia y en total coherencia. Solo así podría “manifestar” y ver cambios reales.

La trampa del sacrificio elegante
Elegí el sacrificio cientos de veces, creyendo que actuaba bajo una moralidad honorable. Y sí, de cara al exterior quedaba muy bien… pero no era compatible con la vida que yo quería construir.
Es simple: no puedes sostener dos energías contrarias al mismo tiempo.
Mientras ocupaba la energía de la escasez, al mismo tiempo pretendía vibrar desde la abundancia.
Por eso es tan importante conocerte, observarte, hacer introspección, estudiar tus propios patrones de comportamiento. El mindfulness no se puso de moda porque sí: es una herramienta poderosísima con base científica. Sin ese trabajo interno, es imposible ver cambios en tu vida. Puedes visualizar todo lo que quieras, pero si no puedes identificar las sombras que hoy mueven tu mundo, todo esfuerzo que hagas será en vano.
Habitar la abundancia… de verdad
Yo había navegado por esa información durante años, y a veces no es falta de conocimiento sino de ruta, pero el cambio se empezó a notar cuando me comprometí a hacer mi parte.
Mi objetivo es claro, moverme —de una vez por todas— al carril de la abundancia. Había estado allí en momentos puntuales, sí, increíbles pero fugaces. Yo no quiero ser una visitante ocasional ni una turista perdida. Yo quiero instalarme allí de manera permanente y aunque aún trabajo en ello quiero hacer de la abundancia un estado habitual y cotidiano.
Y no hablo únicamente de dinero. Hablo de comodidad, tranquilidad, libertad, placer, gusto.
Para mí, la abundancia es un estado de sosiego.
Mientras que la escasez, es sin duda un estado de constante malestar.



Mis decisiones eran solo sobrevivencia disfrazada
Mientras conscientemente buscaba información, planeaba objetivos y hacía ejercicios, mi mente inconsciente seguía funcionando en modo supervivencia. (aquí te cuento esta parte de la historia).
Buscaba cómo no gastar, sacrificaba mi comodidad, viajaba en situaciones irracionales solo por ahorrar unos euros, cargaba mochilas que destrozaron mi espalda, decía que no a experiencias que quería vivir porque “no era necesario”.
Y cuando empecé a soltar, comprendí que no, no es ahorro, no gano tiempo, descubrí que ese euro que me gasté de más, nunca me hizo falta.
La verdadera abundancia estaba en disfrutar sin culpa, en elegir lo que vale la pena para mí, no para “lo racional” del mundo.
Creer en mí también cambió mi forma de trabajar
Lo mismo me pasó en los trabajos. No creía genuinamente en lo que soy ni en el valor que puedo aportar.
Me quedé en lugares por cariño, por lealtad, por agradecimiento, porque “está bien”, porque “es lo que debo hacer”. Y aunque nada de eso era malo, seguía con labores que no me representaban ni me hacían feliz.
Me apegué a personas y entornos aun sabiendo que mi camino iba hacia otro lado.
Y ahí estaba: el mismo patrón protegiéndome del cambio incómodo.
He sido incapaz de decir que no, de irme sin dar explicaciones, de elegirme primero. Suena terrible, lo sé. Pero hoy lo veo con otra mirada: la consciencia también es un regalo.


No necesitas una iluminación divina
Hoy tenemos millones de recursos a un clic.
No necesitas esperar un “despertar” perfecto ni años de terapia para entender por qué nada te funciona.
He sido de las que se inscribe a todas las masterclass gratuitas, que lee libros, que busca respuestas, que prueba herramientas. Hoy sé que no se trata de más… sino de lo que realmente te funcione para evolucionar.
La única forma de encontrarlo es probando.
Y desde mi experiencia puedo decirte algo: la vida se resuelve con actos sencillos, pero necesitas creértelo.
Escribir fue lo que me ayudó a aterrizar ideas, a convertir sueños en metas, pensamientos en acciones tangibles, pero principalmente me dio la posibilidad de conocerme, de entender cuál es la misión que mueve mi vida y lo que debo trabajar para sentirme mas plena.


La claridad viene desde adentro
Todos en el fondo ya sabemos qué mueve nuestro mundo, cuál sería la vida que nos haría sentir felices. Pero aprendimos a desconfiar de esa voz. A veces porque crecimos escuchando el como “se debe vivir”, otros porque el miedo a invertir en nosotros mismos pesa más que el deseo de sentirnos bien.
Durante años nos convencemos de habitar vidas diseñadas por expectativas ajenas. Y sin darnos cuenta, apagamos el merecimiento que nos pertenece por derecho propio.
Ni el mundo, ni Dios, ni el universo, ni nada, ni nadie deciden lo que hoy sostienes: lo decides tú, desde las creencias que te habitan en silencio.
Si sientes que vives en sacrificio automático, si te descubres dudando de ti más de la cuenta, empieza por algo simple: escribe.
Ve a Rituales de Papel.
Es un espacio para explorar tu subconsciente, para reconocer tus patrones, para reconciliarte con tu voz y dejar de vivir en modo supervivencia.
Mi deseo es que hoy sea el día en que empiezas a creer de verdad en ti.
Con cariño, tinta y papel.
